Se estremecen las manos en el primer vistazo. Su cara de ángel zurcido dio pie a un espasmo reducido a frustración. Mis dientes penetraron el glúteo portentoso. Expectantes falacias sobrevolaron los porvenires. Su perfecta musculatura sacia el tacto. La lengua recorrió su desembocadura insólita de brillantes placeres, extranjeras por si mismas. Un halo de semen vertió su blanca indiferencia por la pierna galvanizada, hundida en la imagen más estimulante libre de esencia. Yo solo frote con detenimiento el miembro impaciente. Entre una veintena de minutos envueltos y alternados, un retazo de bosque amparó la estimable lujuria. ¿Para qué mas sirve una cara y un cuerpo?
Gotas magnánimas sucumben sobre la tierra todavía fangosa. Líquidos dispares fluyen atormentados. Yo solo inundo de hartazgo la libido estoica por sobre cetrinos aspavientos. Un charco escarlata tiñe las horas subjetivas mientras los pasos acrecentados olvidan el cuerpo y la usanza. Yo solo veo filtrar la esencia de aquel hombre por el terreno sodomizado.
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