30 de junio de 2008
Las muchachas punks
Entonces volvió a preguntar mi nombre y el de mis padres y se rió. También volvió a hablarme de su cicatriz que había costado cincuenta libras: el precio de su pensión semanal, "como una substancia de hecho". El banco le liquidaba cincuenta libras por semana a mi Muchacha y otras tantas a su hermana mayor, pero el maquillaje requería service. (Estoy seguro de haberlo escrito, pero ella volvía a contármelo y yo soy respetuoso de mis protagonistas. El arte –pienso debe testimoniar la realidad, para no convertirse en una torpe forma de onanismo, ya que las hay mejores.) Necesitaba service la cicatriz y le impedía, entre otras cosas, la práctica de natación y de esquí acuático. Coreen adoraba el esquí y las largas estadías al aire libre en tiempo de humedad y me invitó con un joint. Lo rechacé porque había bebido mucho, me sentía ebrio de planes, y no quería que una caída súbita de mi presión los echara a perder.
Muchacha punk
El rojo que por fin se acaba, ya no hay más rosados
Lo tenía todo, pero no fui. He perdido el miedo, perdí la inseguridad, encontré la felicidad, por qué carajos buscar lo que no se me ha perdido? No contestar, no reaccionar, no pensar que me alejé por respeto, para darte paz. Me alejé para irme a una fiesta llena de idiotas de Wall Street, con mujeres que bailan house desde que éste apareció (no miento, siguen bailando) con vodka gratis y sonrisas plásticas, olor a vomito y la decoración más avan garde que pueda haber, me fui al Cielo… me fui y mi corazón… todo termina en un dinner con la mente ausente del estupido hubiera, del que no existe. Como imagen descrita por Aira en Cecil Taylor. Se termina el rojo y me siento desolada por tanta felicidad guardada. Espero que vuelvas pronto.
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