22 de noviembre de 2008

Gomita de lapiz raya la hoja



Primer acto

Ha sido mucho tiempo, el cual ha pasado lentamente en su momento y después se mira atrás y no parece tanto. Estoy parada en el analisis de todo eso, el otoño llegó tempranamente (con un invierno pegado al brazo) Me pasó igual el año pasado, es una época de mucha reflexión. Mil disculpas por no haberte dicho nada y mas todavia por lo que si te escupi.

Sabes? He querido ser fuerte, te he deseado tanto, pero sabemos que voy al calor del Sol, alla no puedes ir y no quieres. Has preferido la bella libertad que tantas consecuencias tiene. Que no te acerques es mi culpa, aca si soy la culpable, que sabes que tu forma me hiere, me duele mas cada vez.
Si tan solo me dejara de sentir observada, analisada, tan confundida tal vez estariamos contentos, sabes? eres una persona dificil tambien. Tan parecidos y tan distantes


Segundo acto

El sonido del acetato terminado llevaba rato sonando, la mesa contemplaba tu sueño junto con la copa de vino derramada. Crees que nadie te puede ver, te despiertas con aliento amargo y somnoliento intentas dar tragos de saliva densa, chasqueas para dar frescura al aliento. Quedas sentado, seudo restablecido, ladeado, pensativo y con los brazos caídos. Sacudes un poco la cabeza, frotas con tus manos la cara, estiras los brazos, el cuello. Dando un salto que sorprende al gato impávido, te levantas y comienzas a balancearte y soltar puños imaginando a un contrincante más bajo en estatura que tu. Sueltas una risa que se convierte en carcajada y ahora te descubres corriendo en tu mismo lugar. La sensación de dolor es intensa, pero sabes que fingir que no te importa ayuda a que no le pongas a atención. Buscas agua simple de la llave en un vaso al que primero lo has olido con desprecio.
Diste una mirada de reojo y la sensación de que ella siguiera ahí esperando te pareció falta de dignidad. Te diste la vuelta y seguiste el camino que no puedes parar.

No es un autorretrato. Es una foto.

Fin

1 comentario:

Anónimo dijo...

Espero que nadie raye los cuadernos