4 de marzo de 2009

En el último trago


No hay dolor cuando veo en tu mirada, no hay momentos de sueños y añoranzas cuando me dices la verdad, no hay sentimiento más puro que el más básico. Estas ahí, noto que nunca frente a mí, siempre a un costado, lejano o de espaldas, nunca al lado, nunca mío. Lo mismo que al caminar. Siento vacio cuando veo a las parejas abrazadas y recuerdo que nunca lo hicimos así en la calle, o ibas más rápido delante o distraído, apenas y agarrándome la mano. Mientras más distante mejor, más libre te sientes y te quedas con la idea de que eso es la libertad, a nadie engañas más sino a ti mismo repitiendo eso en tu mente. La verdad es directa y la agradezco, me gusta cuando me la dices, no cuando lo haces con dolor, con enojo.
Presiono el teléfono contra mi pecho luego de colgar, escuche tu voz y hablamos cosas básicas, las cosas que teníamos que arreglar. Al darme cuenta de un gesto tan telenovelesco donde remato el acto agachando la cabeza con los ojos cerrados, suelto el aparato que nos comunicó como si fuera lumbre y se va volando al escritorio que lo recibe dulcemente a pesar de mi acción, lo siento, me sigue pareciendo patético lo cursi, a pesar de que mientras te escuchaba, mis ojos se perdían. Me quedo suspirando y volteo a la ventana. Veo unas antenas grandes y casi blancas, esa comparativa de color, la da el contraste con la nieve, la cual fresca y lisa continua dando la luz de la frialdad, retorno de la luz con tal intensidad que casi no noto lo fuerte de la pantalla de la computadora. Mi corazón continúa con la opresión y el llanto ya no es factible a este tiempo. El duelo se ha quedado atrás, el vacío se apodera y solo siento que tengo de nuevo espacios que llenar, no con urgencia, sino con satisfacciones personales. Perdóname el egoísmo, ahora sí me voy a dedicar a mí, ya no no'más voy a andar cantando que soy fregona como mi petulante ser acostumbra. Ahora prefiero el silencio cuando alguien dice cosas con las que no estoy de acuerdo, arquear la ceja no he podido dejar de hacerlo, es un gesto de duda que no puedo evitar, es casi como el tic nervioso de mi ojito saltarín cuando algo no me parece, solo corrijo en caso de que las palabras dañen a terceros. No soy la misma en el fondo, ya no volveré a ser la misma después de estas pruebas. La risa está más fluida aunque menos constante y el destrozo de la pena se nota cada vez en mis ojos y mi silencio.
Solíamos hacer historias en la calculadora, como esa de:
Una muchacha de 19 años se caso un muchacho de 19 años, pasaron 365 días y la muchacha se enfermó. La operaron entre 5 médicos, el resultado es… el bebe!! A este tiempo, hay que dar la vuelta de la pantalla de la calculadora para leer el resultado de: 1919365 entre 5. Luego venia el que siempre apantallaba… un señor de 60 años.
Luego de que no sabía cómo hacerme perdonar y de que descubrí que no eras lo que yo pensaba y de que mi corazón se había secado, como una pasa por meses, después de eso, se seco mas, como flor cortada a la intemperie. Creía no tener más sentimientos hasta que lo apretujaste con la mano y se hizo polvo. Ahí fue que me volví descarada, yo sí te quería.

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